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Pequeñas Diferencias

Mi madre siempre me decía: “Somos diferentes a los demás, tienes que entenderlo” la verdad lo intentaba, pero no había forma de que lo comprendiera en aquel entonces.


¿Y cómo rayos iba a comprenderlo? ¿Qué tienen ellos de diferente a mí? Yo también tengo un par de brazos y un par de largas piernas, igual que ellos. En mi mano hay cinco dedos, ni uno más ni uno menos. ¿Mi boca? También la forman dos carnosos labios, no veo la diferencia allí. Entonces pensé que podría ser el color de los ojos, pero mi madre, a diferencia de mí, los tiene marrones –como varios de ellos-. Entonces yo soy igual que mi madre, pero soy diferente a ellos; ese pensamiento me confundió mucho, le daba vueltas y vueltas en mi mente, pero no le encontraba ni pies ni cabeza.


Ella siempre encontraba la forma de alejarme de ellos, siempre. Cuando intentaba hacer amigos, ella constantemente me lo impedía, me acercaba a hablarles pero entonces mi madre corría, ¡Volaba! hacía mí, como si se tratara de vida o muerte, me jalaba por el brazo, con sus largos y huesudos dedos; me regañaba por horas y todos los días antes de ir a pasear me lo reprochaba, que no intentará nada, que no me alejará de ella ni me dejará ver, y que por ninguna razón hablara con extraños -a los diferentes se refería-. Siempre ella de sobre protectora, pero así la quiero ¿Qué puedo hacer?


Entonces, cuando creí que nunca la comprendería, que mi madre se había vuelto loca: entendí, entendí a qué se refería. Esa noche, mi mama me decía “Oh mi niño cuanto has crecido” pero yo me veía igual de pequeño como si aún tuviera 10. Era mi cumpleaños número 13 y con las hormonas y la rebeldía brotando de mi piel, me decidí a desobedecerla. Tenía todos los derechos ¿Qué niño de 13 años no tiene amigos? Así que mientras paseábamos por el parque, como de costumbre, vi unos niños jugar al avioncito. Yo no sabía jugar al avioncito, pero igual había cientos de cosas que no sabía aún, así que me arme de valor, despiste a mi madre, y me les acerque dispuesto a aprender a jugar.


Los niños gritaron, sus ojos, sus bocas, sus cejas pintaron el horror en sus caras; gritaban y corrían sin parar, uno de ellos se puso tan blanco que se desmayó, su piel me recordó a la mía, yo no entendía que pasaba. Intentaba hablarles pero ellos no escuchaban, solo corrían. Mi madres despavorida y exaltada corrió hacía mí. Me jalo por el brazo con sus largos y huesudos dedos.


Como mi madre, algunas personas creen que al ocultar la verdad nos están protegiendo, como si ignorar ciertas cosas hará que desaparezcan, cuando en realidad es inútil porque no importa cuánto quieras permanecer dormido: al final siempre despertaras. Esa noche entendí la diferencia entre nosotros y ellos.


Y es que su corazón aún late, a diferencia del mío.



Art by AquaSixio

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